El ojo seco es una patología muy común que afecta a personas de diferentes edades sin discriminar entre sexo y raza. Si bien la mayoría son mujeres, esta patología aumenta a medida que avanzamos en edad.
La película lagrimal está compuesta por tres partes: capa mucosa o interna, capa acuosa o media y capa aceitosa o externa. El componente acuoso que se segrega por la glándula lagrimal viaja por el saco conjuntival y drena en los puntos lagrimales de los párpados.
Se lo debe comprender como un síndrome, ya que en su aparición influyen varios factores. Estos son:
– Ambientes calefaccionados o con aire acondicionado, climas fríos.
– Trabajos en los que se requiere fijar la vista, como uso de computadoras, leer, tejer, etc.
– Postura corporal incorrecta (ver «Video de postura correcta en ordenadores»)
– Utilización de colirios para glaucoma o medicamentos vía oral: antihistamínicos, terapia de reemplazo hormonal (en menopáusicas), ansiolíticos, etc.
El más común es el tipo evaporativo, en el cual la película lagrimal no es estable y no permanece en el ojo, causando sequedad.
Las quejas más frecuentes manifestadas por los pacientes son:
– sensación de arenilla o cuerpo extraño
– pesadez al parpadear
– visión borrosa y dificultad para enfocar con necesidad de pestañear varias veces para aclarar la imagen
– ojo rojo
– quemazón y/o picazón
– molestia a la luz (fotofobia)
Estos síntomas se intensifican a la tarde y noche. O se hacen evidentes al despertarse a la mañana.
Como el ojo seco forma parte de un síndrome, éste se puede acompañar de alergia e inflamación de los párpados.
El tratamiento depende de su estadio:
– Ojo seco leve: lágrimas lubricantes.
– Ojo seco moderado: lágrimas y gel lubricante.
– Ojo seco severo: lágrimas + gel lubricante y tapones lagrimales. Éstos se colocan de forma rápida en el consultorio y el paciente retoma sus actividades inmediatamente.